Existen desacuerdos sobre la neutralidad en el punto de vista de la versión actual de este artículo, ya que parece estar editado desde el punto de vista del nacionalismo catalán.
Para el anticatalanismo en Valencia, véase Blaverismo.
El anticatalanismo, o catalanofobia es definido como un sentimiento de rechazo de Cataluña, de su cultura y de su lengua, así como de sus gentes.[1] Otra definición posible es considerar el anticatalanismo como un sentimiento y una expresión, sobre todo política, que se opone a una idea de nación catalana integrada por los «catalanes».[2]
Siglo XIII-XVIII
Según el historiador Antoni Simon, el catalanismo tiene su origen en la Baja Edad Media y el Renacimiento,[3] y lo divide en cuatro etapas. Lo sitúa en esa época por producirse la aparición de las identidades nacionales en Europa. Diferencia el anticatalanismo desde Castilla y desde Europa, principalmente desde Italia durante la época de la expansión de la Corona de Aragón.
En esta época se produce la unión dinástica de la Corona de Castilla con la Corona de Aragón mediante los Reyes Católicos. Aparece la imprenta y se divulga en Europa en latín, los planteamientos hegemonistas castellanos, en contraposición con la cultura de la Corona de Aragón y su concepción de España. Por otro lado, la centralidad castellana en España dejaba los territorios de la periferia bajo la Corona y bajo un gobierno central situado en Madrid desde 1561, gobierno compuesto por personas principalmente de origen castellano.[4]
A principios del siglo XVI, al rey Fernando el Católico los nobles más poderosos de Castilla le llamaban "viejo catalanote".[5] Al morir Isabel I y ser regente de Castilla, fue expulsado de Castilla[6] y visto como un intruso.[7]
Finales SXVI hasta la crisis de 1640
En la etapa final del reinado de Felipe IV la intelligentsia de la mano del Conde-Duque de Olivares, madura la idea de una España como una comunidad política, que constituiría un estado medio, territorialmente compacto y dotado de unos lazos culturales e históricos comunes. Esta propuesta se acercaba más a una propuesta de anexión y asimilación de los territorios periféricos de la península, más que a una integración.[8]
En 1624 el Conde-Duque de Olivares en su Memorial presentado al rey Felipe IV, recomienda que las leyes de Castilla y el castellano se asimile en el resto de reinos de la península, para conseguir de esta forma una homogeneización sociocultural y un estado más fuerte:
Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su Monarquía, el hacerse Rey de España: quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y secreto, por reducir estas reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia, que si Vuestra Majestad lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo.[9][10]
Para las clases dirigentes castellanas el proceso de separación de Cataluña de la monarquía española abrió un abismo de despecho y desconfianza hacia los catalanes que nunca pudo ser cerrado. Las beligerancias abiertas desde 1640 confrontaron directamente y masivamente «castellanos» y «catalanes». Posteriormente, después de la sublevación de 1640 y la guerra de sucesión en la que Cataluña se situó en contra de la dinastía borbónica, en la Castilla de mediados del siglo XVII se irá consolidando la imagen de los catalanes como un pueblo desleal, enemigo, ingobernable, que había traicionado el proyecto común de nación española, y que no tenía más solución que la sujeción por la fuerza de las armas. Durante la guerra de secesión, el militar y cronista Vicente Bacallar de Sanna sobre la defensa del pretendiente borbónico al trono de España afirma: «no se puede negar que sostuvo mucho el ánimo de los castellanos la natural vanidad de no ser conquistados de aragoneses y catalanes, y ultrajados de los portugueses, a los cuales despreciaban y aborrecían». Durante la represión posterior se buscaba silenciar su pasado:[11]
Borrándoles de la memoria a los catalanes todo aquello que pueda conformarse con sus antiguas abolidas constituciones, ussáticos, fueros y costumbres
El historiador Antoni Simon afirma que entre los siglos XIII y XV, la expansión militar catalana en Sicilia, Cerdeña y sur de Italia, y la entrada de los comerciantes catalanes en estos mercados, generaron un profundo sentimiento de animadversión contra los catalanes −a menudo identificados como españoles–. Se pueden encontrar reflejos en las obras literarias de Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio, Francesco Petrarca, Luigi Alamanni, Pietro Aretino o Serafino Aquilano. Afirma que era un sentimiento anticatalán más cultural-lingüístico que político-territorial, debido a las protestas por la elección de Alfonso de Borja en el 1455 como Papa Calixto III por ser bárbaro y catalán.[12]
De hecho, la leyenda negra española comenzó en su primera forma, de forma anticatalana, la leyenda negra comienza con la influencia política de la Corona de Aragón en determinados territorios de Italia en el siglo XIII. La reacción de nuevo será la extensión de una imagen de avaricia y astucia infame de los comerciantes catalanes.
En la época de dominación española en el sur de Italia, es decir en Nápoles y Sicilia, en el Renacimiento cuando los italianos hablan de españoles buenos los llaman españoles, y cuando son malos, independientemente de su origen, los llaman catalanes.[13]
Resto de Europa
Aunque la leyenda negra anticatalana tuvo su origen en Italia, se extendió al Mediterráneo oriental con las expediciones de los almogávares, que influyeron decisivamente en el temor y rechazo que adquirieron en dicha zona, que hicieron famosa la imprecación o insulto «¡venganza catalana te alcance!»[14]
Casi todos los ministros son catalanes. Casi todos los géneros que merced a una protección funesta para las demás provincias usa el pueblo son catalanes. Y esto mientras Cataluña da la señal del federalismo, mientras quiere privar a Madrid de su capitalidad, mientras crece y prospera a costa de España entera.
Reinados de Juan Carlos I y Felipe VI
El reciente crecimiento del anticatalanismo en esta época está marcado por el primer tripartito en el gobierno de Cataluña en 2003, la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, y la demanda de retorno de los papeles de Salamanca. Por otro lado, en Valencia el anticatalanismo ha formado parte de la estrategia de la derecha política desde la transición democrática.[16]
Desde el resto de España
Los anticatalanistas justifican sus actuaciones en el carácter antiespañol y secesionista en el ideario de parte de la clase política independentista catalana. Con la tramitación de un nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña (2006), las manifestaciones de catalanofobia recuperaron fuerza.[cita requerida] El anticatalanismo se ha manifestado en acciones como campañas de boicot a partir de 2004 a algunos productos catalanes, siendo el boicot al cava catalán el que históricamente más atención mediática ha recibido.[17][18]
Desde partidos políticos
El expresidente de Cataluña José Montilla, declaró en 2009 que el Partido Popular eran, «en el fondo, enemigos de Cataluña».[19] Se ha criticado en diversas ocasiones al Partido Popular de hacer un uso electoral del anticatalanismo.[20][21][22][23]
↑Elliott, John H. (1982). La rebelión de los catalanes: un estudio sobre la decadencia de España (1598-1640) (2ª edición). Madrid: Siglo XXI. p. 179. ISBN9788432302695.