La denominación "exilio español" se utilizó particularmente para denominar el exilio republicano español (desde 1939 hasta 1977). El término no puede confundirse con la salida de grandes contingentes de población española por razones económicas o de otro tipo (emigración española), pero no políticas.
La primera gran salida de contingentes de población de la península ibérica fue la ocasionada por la guerra de Granada, el episodio final de la Reconquista. Un número no determinado de musulmanes andalusíes se exiliaron en el norte de África (no obstante, la mayor parte permanecieron como población sometida -primero mudéjares y luego moriscos- hasta la expulsión definitiva en 1609). De una manera más radical se produjo la expulsión de los judíos de España de 1492; que creó comunidades sefardíes (literalmente "españolas") en el Norte de África, el Imperio Turco, Italia y Holanda.
La represión inquisitorial de cualquier heterodoxia provocó el exilio de un pequeño número de alumbrados y protestantes desde el siglo XVI (Juan Pérez de Pineda, Cipriano de Valera, Casiodoro de Reina). Las creencias de Miguel Servet fueron encontradas delictivas por los protestantes de Ginebra, donde fue ejecutado. Otros intelectuales, de creencias religiosas no necesariamente heterodoxas, como los erasmistas, escogieron prudentemente no volver a España, a pesar de estar en teoría protegidos por su cercanía al poder político (Luis Vives, Alfonso y Juan de Valdés). Incluso un obispo conciliar como Bartolomé de Carranza murió exiliado en Roma como consecuencia de su enfrentamiento con la Inquisición. También hubo algún caso de huida de España por razones meramente políticas (Antonio Pérez).
En el siglo XVIII, la expulsión de los jesuitas en 1767 produjo la salida de un gran número de ellos hacia distintos países de Europa (primero a los Estados Pontificios, y tras la disolución de la Compañía, a lugares tan lejanos como Prusia y Rusia, donde no tenían efecto las decisiones papales).
El exilio austracista tras la Guerra de Sucesión Española (1701-1714)
La derrota de los austracistas —los partidarios del Archiduque Carlos— en la Guerra de la Sucesión Española y la represión borbónica posterior decretada por el vencedor, Felipe V, provocaron el exilio de miles de austracistas —hecho considerado como el primer exilio político de la historia de España por el historiador Joaquim Albareda—. Aunque también existió un exilio felipista integrado por los partidarios de Felipe V que fueron obligados, entre 1705 y 1707, a abandonar los Estados de la Corona de Aragón y a los que regresaron conforme fueron conquistados por los ejércitos borbónicos, el exilio austracista, como ha señalado Joaquim Albareda, fue mucho más importante ya que "alcanzó unas dimensiones sin precedentes en la historia de España: entre 25.000 y 30.000 personas".[4]
De los exiliados se ocupó por orden del emperador Carlos VI el Consejo Supremo de España creado en la corte de Viena a finales de 1713 y su ayuda se concretó en el pago de rentas y pensiones a los exiliados que procedían de los bienes confiscados a los partidarios de Felipe V de los estados italianos incorporados a la Corona Imperial. En esta ayuda desempeñó un papel esencial el marqués de Rialp.[5][6]
Exilios del siglo XIX
Juan Meléndez Valdés, afrancesado, se exilió en Francia desde 1814 hasta su muerte.
...figuras trágicas, envueltas en capas gastadas, deambulando con labios apretados por las anchas aceras de Euston Square y las proximidades de St. Pancras New Church
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, regente en nombre de su hija, fue enviada al exilio en Francia entre 1840 y 1844, y nuevamente entre 1854 y 1876.
Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente carlista, exiliado en Francia y el Imperio austrohúngaro entre 1839 y su muerte.
Baldomero Espartero, espadón progresista, se exilió en Inglaterra entre 1843 y 1849.
Isabel II, exiliada en Francia entre 1868 y su muerte.
Exilios del primer tercio del siglo XX
Miguel de Unamuno fue desterrado a Fuerteventura en 1924, de donde se fugó para exiliarse en Francia hasta 1930.
Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera. El dictador se exilió en Francia desde su salida del poder (1930 -pocos meses antes de su muerte-), y el rey desde la proclamación de la II República (1931) hasta su muerte (inició su exilio en varios lugares, terminando por establecerse en Roma).
Miembros de la familia real española en 1918. Se exiliaron en 1931
La imposibilidad de participación política "no dinástica" durante la Restauración, incrementada aún más durante la Dictadura, llevó a algunos políticos e intelectuales al exilio, aunque el Pacto de San Sebastián (equivalente al de Ostende) pudo hacerse en territorio nacional.
Durante la Segunda República Española, además de la familia real, salieron al exilio algunos militares, como José Sanjurjo, involucrados en una sublevación, y un cierto número de jesuitas (la Compañía quedó implícitamente prohibida por la Constitución de 1931).
Salvador de Madariaga se esforzó desde el exilio por tender puentes entre políticos e intelectuales de todas las tendencias, tanto de dentro como de fuera de España.
Santiago Carrillo y Rafael Alberti, vinculados al Partido Comunista de España, la fuerza mejor organizada de oposición al franquismo en el interior, y que mantuvo estrechos lazos con la Unión Soviética hasta el eurocomunismo de los años 70. Permanecieron exiliados entre 1939 y 1977, aunque la buena relación que Alberti mantuvo con intelectuales franquistas (especialmente José María Pemán) le permitieron visitas discretas a su ciudad natal. Algo similar ocurrió con Pablo Picasso.
Hoy las nubes me trajeron, volando, el mapa de España. (...) Yo, a caballo, por su sombra busqué mi pueblo y mi casa. Entré en el patio que un día fuera una fuente con agua. Aunque no estaba la fuente, la fuente siempre sonaba. Y el agua que no corría
volvió para darme agua.
Además de en Francia (donde los grupos de exiliados españoles se organizaron en ciudades como París y Toulouse), la mayor parte de los exiliados se asentaron en América, siendo muy importante el exilio español en México (donde fue atraído por las medidas favorables del presidente Lázaro Cárdenas).
Algunos casos entre los exiliados republicanos tuvieron características especiales, como los denominados niños de Rusia (que continuaron en la Unión Soviética en los años siguientes, con o sin su consentimiento o de sus familias) o el grupo de casi doscientos aviadores republicanos retenidos en circunstancias similares.[10]
Exiliados durante el franquismo
«Exilio interior»
La expresión "exilio interior" se acuñó para designar la forma en que los intelectuales opuestos al franquismo vivieron durante la dictadura en el interior de España. La expresión derivó de un artículo de Miguel Salabert sobre la España de Franco publicado en L'Express en 1958 y su posterior novela El exilio interior, publicada en Francia en el 61.
El inicio de la actividad terrorista de ETA produjo el exilio en Francia de un cierto número de activistas y personalidades próximas (Txillardegi, Julen Madariaga). A pesar de la amnistía y del posterior proceso de reinserción, la continuidad de ETA en democracia significó la necesidad de mantenerse como "exiliados vascos" a cientos de ellos, inicialmente beneficiados por el mantenimiento de la consideración de su estatus de refugiado político, que paulatinamente se fue retirando por las autoridades francesas (la consideración de ETA como "asociación de malhechores" y el establecimiento de una colaboración cada vez mayor con las autoridades españolas no se dio hasta avanzados los años 80).[11]
↑Juan GoytisoloLiberales y románticos (EL PAÍS 17/12/2006), artículo sobre los exiliados del siglo XIX, glosando en el centenario de su nacimiento la obra de Vicente LlorénsLiberales y románticos, una emigración española en Inglaterra (1823-1834), México, 1954.
↑Vargas, R. L. (24 de julio de 2002). ««Exiliados» por el nacionalismo y por Eta»(htm). La Razón. Consultado el 12 de julio de 2019. «Desde el año 1985, al menos 200.000 vascos como el catedrático Francisco Llera han abandonado la comunidad por la presión de la banda y el nacionalismo. Uno de cada diez afirma que haría lo mismo si pudiese».