«Entre tanto tributamos las mayores y más merecidas alabanzas a vosotros, Venerables Hermanos, que, luchando como buenos soldados de Cristo y peleando denodadamente, con singular constancia y fortaleza en el combate, en cuanto vosotros pudisteis hacerlo, ya de palabra, ya por medio de pastorales, habéis defendido la causa de la Iglesia, su doctrina, derechos y libertad, y habéis atendido cuidadosamente a la salud espiritual de vuestra grey y no habéis omitido prevenirla contra los impíos estratagemas de los enemigos y contra los peligros que amenazan a la Religión, sufriendo con fortaleza episcopal toda clase de gravísimas injurias, molestias y penosísimas asperezas. Por ello no podemos dudar que, en cuanto esté de vuestra parte, seguiréis con igual celo y denuedo —como hasta ahora con gran alabanza de vuestro nombre lo habéis hecho,— defendiendo la causa de Nuestra divina Religión y mirando por la salud de los fieles» (
Encíclica Incredibili afflictamur dolore,
Pío IX, punto 4º).
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