El riesgo de infección es un diagnóstico enfermero que se define como «el estado en que el individuo está en riesgo de ser invadido por un agente oportunista o patogénico (virus, hongos, bacterias, protozoos, u otros parásitos) de fuentes endógenas o exógenas»[1] y fue aprobado por la NANDA en 1986. Aunque cualquiera puede resultar infectado por un agente patógeno, los pacientes con este diagnóstico tienen un riesgo elevado y se deben considerar controles extra contra la infección.
Fuentes endógenas
El riesgo de infección depende del número de fuentes endógenas.[2]
El daño cutáneo resultado de una incisión así como la edad pueden incrementar el riesgo de infección de un paciente. Entre los factores de riesgo se incluyen el descenso del sistema inmune de cara a una enfermedad, la circulación comprometida debido a las enfermedades vasculares periféricas, la integridad cutánea comprometida tras una operación, o el contacto repetido con agentes infecciosos.
Valoración
El paciente debe ser preguntado sobre su historia de infecciones repetidas, síntomas de infección, viajes recientes a zonas de alto riesgo, y su historia inmunitaria. Estos también deben ser valorados en busca de signos objetivos como la presencia de mucosidad, fiebre, o signos de deficiencia nutricional.
Ejecución
Las intervenciones específicas de enfermería dependerán de la naturaleza y severidad del riesgo. Los pacientes deben aprender a reconocer los signos de infección y como reducir este riesgo. La cirugía es un factor de riesgo frecuente de cara a la infección y un médico puede prescribirle antibióticos profilácticos. La inmunización es otra intervención médica frecuente para aquellos que tienen un alto riesgo de infección.
Referencias