Regresó a los Estados Unidos y en la Universidad de Columbia escribió su tesis doctoral sobre la Falange, que publicó en inglés en 1961. Viajó de nuevo a España en 1967 para trabajar sobre el Ejército, tema al que dedicó el libro Los militares y la política en la España contemporánea,[6] ahondando en la comprensión de la génesis del franquismo. A este período dedicó su libro El régimen de Franco, 1936–1975, publicado en 1987. El análisis de este tramo histórico lo culminó con su trabajo sobre la Segunda República en Spain's First Democracy. The Second Republic, 1931–1936, publicado en España dos años después, en 1995.[7] En 1987 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia[8] y en 2017 ganó el Premio Espasa de ensayo por su libro En defensa de España: desmontando mitos y leyendas negras.[9]
Orientación política
Desde que se dieron a conocer en España sus investigaciones sobre la Segunda República Española, la Guerra Civil y el régimen de Franco, en la década de 1960, Payne era considerado por la comunidad española de historiadores de izquierda o progresista un autor respetado, situado ideológicamente en el espectro del centroizquierda y contrario al franquismo y a cualquier dictadura.[10] Según algunos pensadores de izquierdas, a inicios de la década de 2000 Payne parece haberse acercado a las tesis revisionistas históricas del investigador español Pío Moa,[10] quien tiene una interpretación histórica más favorable al gobierno de Franco y una perspectiva más crítica del gobierno de izquierda por él derrocado.
Con el paso del tiempo, Payne se ha vuelto más crítico con el relato histórico español que él considera predominante, el de la izquierda política, que, en su opinión, tergiversa la historia de España. En ese sentido, no duda en atribuir al franquismo la «transformación y modernización definitiva de España», aunque se trate de «una paradoja de la historia». «Hay un mito en la izquierda actual —señala al respecto— que dice que eso pasó después de Franco. No es así: fue con Franco, es lo que hizo posible la democratización. Con él hubo una sociedad civil de clase media a la altura de Europa por primera vez. Aquello fue la base».[11] El historiador Ricardo Robledo le recrimina en este sentido el abandono de sus antiguas posiciones «moderadas» para pasar a alinear sus tesis con la «historia propagandística del franquismo temprano» y las conclusiones de nuevos autores revisionistas, además de dar su «aval» a la «extrema derecha política».[12]
Sería absurdo etiquetar la revolución hitleriana de tradicional, reaccionaria, "feudal" o premoderna. Todas las ideas políticas y sociales de Hitler tenían su origen en variaciones de la Ilustración del siglo XVIII: la rebelión contra la cultura tradicional en nombre de un secularismo revolucionario, la creencia en una ley natural y seglar y un concepto naturista y teísta de Dios, el rechazo del concepto tradicional cristiano de la unidad de la humanidad a favor de la división racial, la insistencia en una combinación de desigualdad biológica y de igualdad social, la diferenciación entre lo productivo y lo que no lo era, la importancia que se daba al pueblo y al grupo nacional, la voluntad general del pueblo al estilo de Rousseau, la creencia optimista en el progreso y una humanidad superior y el culto a la voluntad.(...)El propio Hitler se mofaba severamente de la "superstición" premoderna.[13]
Ha afirmado que las reformas emprendidas por la Segunda República española eran necesarias pero no se aplicaron bien.[14]
Sobre las guerras de independencia hispanoamericanas ha declarado: "La mayor parte de la población fue leal a España. Fueron esencialmente la minoría de españoles quienes se rebelaron mientras que los indios y los negros querían el Rey".[15]
Payne se ha visto en medio de los debates historiográficos contemporáneos sobre la guerra civil española por su apoyo a la obra del escritor Pío Moa. De esta ha destacado su contribución a la desmitificación de la visión de la Segunda República Española como una república pacífica, coincidiendo en la idea de que «el proyecto de todas las izquierdas era el de crear una República exclusivamente de izquierdas —aunque había muchas variaciones entre ellas en cuanto al carácter exacto de tal régimen— y habría poca libertad para los que quisieran oponerse a ese objetivo».[17]
El año 2008 Payne se mostró crítico con el proceso penal abierto por el juezBaltasar Garzón:[18]
No puede responder a la decisión unilateral y arbitraria de un solo juez que proclama anulada la ley de amnistía de 1977 porque sí. Es increíble. Algo que sólo puede suceder en España con un juez ególatra y exhibicionista como Garzón. Si se decide anular esta ley, debe ser, como es lógico en todo Estado de Derecho, en el Congreso. Y después aplicarla.
Además, Payne considera que debe ser el Congreso de los Diputados quien apruebe un plan estatal de exhumaciones de «víctimas de los dos bandos».
Vayamos por partes. Rescatar los restos de aquellos que no fueron enterrados de modo adecuado es casi una responsabilidad del Estado, pero hay que hacerlo de modo profesional y científico, abordando todas las fosas de modo sistemático, sin primar unas sobre otras, y de ambos bandos. Es una responsabilidad cívica. Lo que ocurre es que los criterios que se están manejando son más políticos que profesionales o históricos, son criterios sectarios que excluyen, y que se originan en la mal denominada «Ley de memoria histórica».
En opinión de Payne, el término memoria histórica no es muy afortunado. «Es un término que se impone por imposición política», afirma. Además, lo califica como un oxímoron, «una contradicción fundamental en los términos, algo que en estricta lógica no puede existir». «Ni es memoria, ni es histórica».[19]
Payne es crítico, por tanto, con el proceso, pero no con la investigación arqueológica en sí. Tal y como afirma en 2006[20] en una entrevista en el diario El Mundo, «la arqueología histórica es siempre importante y si lo que se hace es un acto de excavación o de investigación histórica para lograr datos o revelar cosas nuevas es una actividad siempre deseable y útil». Para Payne, es necesario seguir investigando hasta en los aspectos más repugnantes de la guerra, ya que «la única forma de resolver las cuestiones históricas es a través de la investigación, que quiere decir la investigación a fondo».
Españoles Ejemplares, otorgado por la fundación presidida por Santiago Abascal Conde, DENAES, en la categoría de Arte y Humanidades, en 2013.[23]
Galardón Bernaldo de Gálvez, otorgado por la Fundación Consejo España-EE. UU. en 2019.[24]
Publicaciones
Ha publicado una larga veintena de libros y más de ciento cincuenta artículos en revistas especializadas, mayormente sobre la historia de España.[cita requerida] Los primeros libros de Payne, traducidos al español en los años sesenta, tuvieron que ser publicados en París por la editorial Ruedo Ibérico.[25]
Libros en español
Falange. Historia del fascismo español. París: Ruedo Ibérico, 1965.
Los militares y la política en la España contemporánea. París: Ruedo Ibérico, 1968.
La revolución española. Barcelona: Ariel, 1972.
El nacionalismo vasco. De sus orígenes a la ETA. Barcelona: Dopesa, 1974. ISBN 84-7235-196-3.
Ejército y sociedad en la España liberal (1808-1936). Madrid: Akal, 1976.
La revolución española y la guerra civil. Gijón: Ediciones Júcar, 1977. ISBN 84-334-5501-X
↑Intxausti, Aurora (5 de junio de 2005). «Payne achaca el golpe de Franco a los altercados y al "sectarismo" de Azaña». El País.|fechaacceso= requiere |url= (ayuda)