María Adelaida de Austria (en italiano: Maria Adelaide di Ranieri; Milán, 3 de junio de 1822 - Turín, 20 de enero de 1855) fue una archiduquesa de Austria por nacimiento, y reina de Cerdeña por matrimonio.
En agosto de 1840, María Adelaida conoció a su futuro marido, en ese entonces Víctor Manuel de Saboya, en el parque del castillo de Racconigi, en el marco de un encuentro organizado para buscar una unión entre el príncipe y una de sus primas.
Contrajo matrimonio en Stupinigi (Turín) el 12 de abril de 1842 con Víctor Manuel de Saboya, primo suyo y futuro rey de Italia, aportando 200 000 florines como dote. Tras la abdicación de su suegro, en 1849 se convirtió en reina de Cerdeña. María Adelaida no logró llegar reinar sobre la Italia unificada, puesto que falleció antes de este acontecimiento, de sobreparto de su hijo, Víctor Manuel.
Su marido, que la llamaba Suzi o Suzette, al tiempo que daba fe de su estima, la traicionó en repetidas ocasiones, especialmente con Rosa Vercellana, su futura segunda esposa. La reina se dedicó a la educación de sus hijos, la costura, las prácticas religiosas y las obras piadosas. Los embarazos continuos, sin embargo, minaron su físico. Para recuperar la salud pasaba períodos de estancia junto al mar en La Spezia, alojándose en el hotel Croce di Malta. Con Víctor Manuel II tuvo ocho hijos:
En los últimos tiempos, antes de su temprana muerte, comenzó a perder primero el cabello y luego los dientes. Empezó a sentirse mal todo el tiempo, tenía fiebre constantemente, casi incapaz de mantenerse en pie. Su rostro, pálido y demacrado, estaba lleno de arrugas precoces, mientras que su voz se había vuelto ronca y su expresión muerta. Ahora desinteresada en su entorno, la reina había dejado de vestirse, caminando en bata y rulos.
María Adelaida murió a raíz de una gastroenteritis, que se produjo el 16 de enero de 1855 mientras viajaba en un carruaje y regresaba a palacio tras asistir al funeral de su suegra María Teresa de Habsburgo-Toscana.[3] La reina acababa de terminar su octavo y atormentado,[4] embarazo. La agonía era insoportable, tanto que sus gemidos se escuchaban en la plaza cercana. Su marido, clavado a la cama, le sostuvo la mano hasta el final.
De alma profundamente religiosa y practicante, fue recordada con un gran monumento de mármol blanco de Carrara, obra de Vincenzo Vela, que la representa arrodillada, junto a su suegra María Teresa, en el santuario de la Consolata de Turín. Costanza d'Azeglio escribió de ella: "Princesa a quien todos admiraban por su belleza, y que conquistaba corazones por algo angelical en las miradas, gestos y palabras que revelaban su alma".
Legado
En 1895, el Istituto dei Rachitici de Turín, más tarde hospital, fue dedicado a su memoria.[5]
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